Por Mira Oberman
CHICAGO, 7 Abr 2010 (AFP) - La crisis de los curas pedófilos ha costado 3 mil millones de dólares a la Iglesia Católica en Estados Unidos, pero sólo algunos culpables fueron a prisión y poco se ha hecho para castigar a quienes encubrieron los abusos sexuales de menores perpetrados por sacerdotes.
Luego de años de revelaciones dolorosas, enormes desembolsos de dinero, revisiones y reformas, el escándalo de los curas pedófilos se expandió por todo el planeta y en las últimas semanas alcanzó el corazón mismo de la Iglesia católica.
El papa Benedicto XVI ha sido acusado de supuestamente proteger a sacerdotes abusadores cuando era arzobispo de Munich, y luego desde su cargo al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe (1981-2005), órgano guardián de la ortodoxia en el seno de la Iglesia católica.
"Nos enfrentamos ahora a la peor crisis institucional de la Iglesia en siglos, posiblemente la peor de toda su historia", aseguró el diario estadounidense National Catholic Reporter en un editorial en demanda de "respuestas directas" del Papa.
El cotidiano independiente deploró el "mal manejo" de la crisis e insistió en que "las estrategias empleadas hasta el momento --encubriendo la verdad y haciendo todo lo posible para proteger a los perpetradores al igual que la reputación y arcas de la Iglesia-- fracasaron de manera lamentable".
Una encuesta de CBS News divulgada el Viernes Santo dio cuenta de que 66% de los estadounidenses creen que Benedicto XVI hizo una mala gestión de la crisis, mientras su popularidad entre los ciudadanos católicos cayó a 27% contra 40% que registraba en 2006.
La situación es similar en Europa, donde la ola de acusaciones actualmente desatada en varios países evidencian que las víctimas fueron silenciadas por medio de intimidaciones, que los curas criminales quedaron impunes o fueron trasladados a parroquias donde los feligreses los recibían sin sospechar nada, y ellos encontraban nuevas víctimas.
Las soluciones encontradas por los obispos estadounidenses son un buen ejemplo de cómo la totalidad de la Iglesia debería manejar la crisis, declaró Nicholas Cafardi, un profesor de derecho canónico muy respetado en Estados Unidos, autor de "Before Dallas", donde cuenta la historia del escándalo de los clérigos perpetradores de abusos sexuales de menores.
"Estamos todavía en el proceso de reconstruir la confianza", explicó Cafardi a la AFP. "Pero lo único que permitió dar ese vuelco fue la drástica medida tomada por los obispos en 2002", agregó.
Tras años de no hacer nada, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos desarrolló un estatuto que reguló las formas en que la Iglesia debe proteger a los niños, con una política de cero tolerancia, control de antecedentes y entrenamiento preventivo.
También estableció un Comité Nacional de Revisión dirigido por laicos para vigilancia, y garantizó el acceso a los archivos de la Iglesia a los investigadores del Colegio John Jay de Justicia Penal.
La pesquisa reveló que 4,392 curas y diáconos católicos abusaron sexualmente de al menos 10,677 niños estadounidenses entre 1950 y 2002.
Apenas 615 de esos casos habían sido denunciados a las autoridades y sólo 384 miembros del clero resultaron procesados por la justicia penal, con causas que llevaron a 252 condenas.
Las acusaciones de pedofilia derivaron en la expulsión o renuncia voluntaria de 700 curas y diáconos entre enero de 2002 y diciembre de 2003 en Estados Unidos.
"Si el Papa se sincerara, abriría completamente los archivos sobre crímenes sexuales que guarda la CDF (Congregación para la Doctrina de la Fe) y los entregaría a la Policía", estimó Barbara Blaine, presidenta de la Red de Familiares de víctimas de Sacerdotes Abusadores sexuales, con sede en Chicago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario